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A un mes de tu partida

Por Luis Miguel Rodríguez Cruz

Cuando un amigo se va, se lleva un fragmento de nuestro corazón consigo. Cuando un hermano se va, se lleva una parte de nuestra alma con él. Cuando el cielo se nubla y cae la lluvia, significa que Dios nos ha otorgado un momento de reflexión y que esa persona que tanto añoramos baja del cielo, aunque sea un ratito, para estar con nosotros y darnos un poco de calor. Y así, cuando el sol brilla con toda su intensidad es porque esa persona que ya no está nos está sonriendo desde arriba. 


A un mes de la partida de nuestro MARIO YAHIR, hemos aprendido a ser más unidos como institución, a ser más hermanos los unos con los otros y a entender que somos capaces de unirnos como una fraternidad que está sostenida por vínculos irrompibles. Sabemos levantarnos de todo y siempre resurgimos siendo más fuertes y mejores seres humanos. Al recordar a Yahir podemos concluír que a su lado éramos mejores personas porque él nos transmitía algo que nos invitaba a estar felices sin importar lo tristes que nos pudiéramos sentir por diversos motivos. 


Su partida nos ha dejado una gran lección: DEBEMOS VALORAR LA VIDA. Nunca sabemos cuándo nos llegará el momento de partir… Y es que somos tan vulnerables... Por eso los invito a todos a VIVIR EL MOMENTO, a valorar cada instante que se nos presente como si no hubiera otro, como si fuera el último. 


Valorar los pequeños detalles siempre nos llenará de alegría y humildad. No deberíamos pasarnos la vida esperando a que lleguen momentos extraordinarios porque tal vez esos momentos ya los tenemos ante nosotros, pero no nos damos cuenta y no los hemos sabido valorar.


Podríamos decir que uno aprende de los tropiezos, de las heridas que la vida nos propina; son esas marcas y esas cicatrices las que nos ponen los pies sobre la tierra y nos deja muy claro el mensaje de que somos vulnerables y que la vida es un préstamo que Dios no ha hecho para que la cuidemos y la alimentemos con lo mejor de cada uno de nosotros. A un mes del último adiós que le dimos, hemos cargado su recuerdo sobre nuestros hombros y lo llevamos a donde sea que vayamos. 


Y por eso, siempre que lo recordemos le diremos: “aunque camine por el valle de la sombra y de la muerte no temeré, porque tú estás conmigo”. 



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