4 preguntas que te devolverán la paz.
Si eres como la mayoría de los padres, amas a tus hijos y estás comprometido con su bienestar, el primer paso para lograr lo anterior es darte cuenta de las creencias que te guían. Después, necesitarás eliminar las que no te funcionen, así, el nuevo comportamiento vendrá naturalmente. ¿Cuáles son las creencias, seguramente inconscientes, que explican tu trabajo como padre? Algunas respuestas son: “Mi trabajo es producir resultados”; “Mi trabajo es enseñarle a mi hijo cómo tener éxito”; “Mi trabajo es hacer a mis hijos felices”; “Mi trabajo es criar niños responsables y que se sepan comportar”; “Mi trabajo es que mis hijos coman bien y cumplan con lo que les pido”.

¿Qué creencias operan en ti como padre, como madre? Evalúa. A lo mejor tu intención es positiva, pero al final, ¿con cuál mensaje se quedan tus hijos acerca de ellos mismos? Nada de lo que hagan, aprendan o sientan como niños tendrá tanta importancia en sus vidas como las creencias fundamentales que los forman y mantienen hasta su etapa adulta.
Lo maravilloso de esto es darnos cuenta de que ser padres es más fácil de lo que pensamos. Se trata de dar un paso atrás, reflexionar y dar amor. En cada momento podemos cambiar las interpretaciones que hemos elaborado acerca de nosotros y de nuestro pasado. Esto cambia también la manera en que nosotros y nuestros hijos experimentamos la vida. Las interpretaciones de una persona determinan su realidad, no sus experiencias pasadas. Es inapropiado culpar a los padres por la forma en que resulta la vida, porque como individuos siempre tenemos el poder de cambiar las creencias que determinan nuestras vidas. Una persona es dos cosas a la vez: creador y creación.
Hay cuatro preguntas clave (de las cuales se desprenderán algunas otras) para eliminar tus pensamientos o creencias. Suena simple, casi imposible de creer. Cuando ponemos a prueba cualquier pensamiento o creencia frente a estos cuatro cuestionamientos, casi
ninguno sobrevive. Así, nos damos cuenta de qué manera vivimos prisioneros de falsas aseveraciones.
Cuestiona algún pensamiento que robe tu paz con las siguientes preguntas básicas:
1) ¿Es verdad?
Nos confronta con una no realidad, con una posibilidad de ver una situación de manera más clara y objetiva.
2) ¿Es absolutamente cierto?
Ningún pensamiento negativo es absolutamente cierto. Nos confronta con la posibilidad de la no realidad, de la realidad creada por uno mismo. No hay verdades absolutas. Esta premisa nos permite revalorar y volver a preguntarnos sobre lo real y lo creado en nuestra mente. De alguna manera, nos demuestra que posiblemente fuimos nosotros quienes creamos esa falsa realidad que nos tiene atrapados. ¿Puedes saber más que Dios, más que la realidad? ¿Somos dictadores de la vida? ¿Puedes saber que eso es lo mejor para ella o para él, para su propio camino; para ti? ¿Puedes estar completamente seguro de que si consiguieras lo que quieres serías más feliz?
3) ¿Cómo reaccionas cuando tienes determinado pensamiento?
Uno mismo es quien decide y actúa de cierta manera. Si has reaccionado y actuado de una forma destructiva hacia ti y hacia los que te rodean, sin justificación (ya que esa reacción es originada por una idea y no por la realidad), tienes la posibilidad de cambiar. Para ello, puedes hacerte las siguientes preguntas: ¿en qué parte del cuerpo actúa el pensamiento? ¿Qué tan lejos se va dicho pensamiento? Descríbelo. ¿Qué visualizo cuando enfoco ese pensamiento? Descríbelo. ¿Cuándo se me ocurrió por primera vez ese pensamiento? ¿Cómo trato a otros cuando creo en ese pensamiento? ¿Qué me digo? ¿Qué hago? ¿A quién ataco con mi mente y cómo? Especifica. ¿Cómo me trato cuando creo ese pensamiento? ¿Es entonces cuando se presenta alguna adicción? ¿Busco comida, alcohol, comprar, ver televisión? ¿Es entonces cuando me critico y me minimizo? ¿Cuáles son los pensamientos que tengo de mí cuando me siento así? ¿Cómo he vivido mi vida por qué he creído este pensamiento? Sé específico, cierra los ojos y analiza tu pasado. ¿Este pensamiento trae estrés o paz a mi vida? ¿A dónde va mi mente cuando creo ese pensamiento? Escribe qué creencia lo acompaña. ¿Estoy en mi ámbito cuando estoy en ese pensamiento? ¿Qué gano con poseer y actuar sobre ese pensamiento? ¿Puedo pensar en una razón de paz por la cual quiera conservar ese pensamiento? ¿Qué cosa terrible podría pasar si no creyera en ese pensamiento? Escribe ese terrible pensamiento, voltéalo hacia ti y analiza si es cierto.
4) ¿Quién serías sin ese pensamiento?
Hacernos esta pregunta nos abre un sinfín de posibilidades, un sinnúmero de cambios; nos brinda la opción de ser quienes no hemos sido a favor de nosotros mismos. ¿Vivirías de manera diferente si no creyeras en tal o cual pensamiento? Cierra los ojos e imagina tu vida sin esa creencia. Imagina que conoces a tu hijo por primera vez, sin ninguna historia: ¿qué ves en él? ¿Quién eres ahora sin este pensamiento contigo, con el otro y con el mundo? El trabajo sobre el pensamiento, a partir de la simplicidad, puede originar cambios profundos en la persona.
Te invito a que te cuestiones todos los pensamientos que te limitan, que te roban la paz o que te colocan a la defensiva, sin amor. Te sorprenderás del poder de este trabajo. (Para más detalles, visita la página de Byron Katie: www.thework.com.)
Llamas, Alejandra. El arte de educar: Técnicas de coaching para guiar a nuestros hijos (Spanish Edition) . Penguin Random House Grupo Editorial México. Edición de Kindle.